lunes, 24 de septiembre de 2012

El 5to elemento (¡ay si, como no!)... ps, será el sereno, pero...

Tu cuerpo purifica el agua que mana de él, y la bebo. Y entonces me convierto en el agua que limpia tu cuerpo. Es una relación uno a uno, pero dual. Es dualidad. No tan mundana ni trivial como algunas otras dualidades terrenales, pero superior. Es de esas que no pueden ser vistas más que por ojos expertos. Ojos entrenados o, simplemente súper dotados. Pero además, tu cuerpo no solo necesita se limpiado. Es necesario refrescarlo. Es ahí cuando en vez de agua soy aire. Que además enchina tu piel de vez en vez, dándole una apariencia de durazno. De esos tersos y preciosos duraznos a los que les alcanzas a ver su pelaje. También puedo ser el fuego que te calienta. Que te da calor y se lleva de bruces los escalofríos que recorren la piel en los momentos más inconvenientes. Puedo ser tierra, esa que te acompañara algún día, más no un día cualquiera, no, un miércoles, acaso. Lo cual no es triste del todo, sino todo lo contrario.

Puedo ser los 4 elementos en cualquier momento en el que tú pudieras necesitarlo. Sé que intrínsecamente, casi-casi, tú serás ese complemento.

Soy lo que quieras que sea, lo que apetezcas; sin declinar por ello, a lo que es mío.

martes, 11 de septiembre de 2012

No va por ahí...

Ella es alegre, golosa y ágil. Tiene gracia y es elocuente. No es sutil.

Procura el renombre, los placeres, la fuerza y la grandeza.  Es bella y favorece la belleza.
Sus encuentros suelen ser naturales y provocados. Pues cuando no va dirigida, se abre a los encontronazos que al paso le ocurren, invariablemente.
Es Cínica y encantadora. Volátil y violenta.
A la menor distracción, juega con voluntad poderosa y enigmática.

Provocadora por naturaleza, mantiene siempre a la imaginación preocupada. Nunca da tregua.
Echa fuego por los ojos, la boca y su sexo.
Es devoradora y flexible.

¿Por qué no paro de hablar de ella? -- hasta preciera que la deseo con todas mis fuerzas.  

Ergonómica figura y personalidad camaleonica

¡Tú, tremenda mujer!
¿Qué sería de tu egolatría si no tuvieras aquellos a quienes llenas de placer? – en sus ojos, sus manos, sus miembros.
Todos ellos que embalsaman tu piel con sus besos, sus caricias, sus eyaculaciones.
Ellos que te complacen en todos tus caprichos, banales y turbios. Ese exceso de complacencias de vicios, de vida, de trastornos y recios tumbos.

Durante diez años has venido escalando en la jerarquía sin mí. Esa jerarquía que te coloca en una posición visible y ‘aparentemente’ colmada de éxito pero, a la vez, de especulación.
Pero sin mí y mis nahuales y energía plena, hubieras sucumbido hace mucho.

¿Has notado acaso que soy yo quien te ha liberado de tu sobreabundancia de cuando en cuando? Soy tu catalizador. ¿No lo has notado? – creo que lo sabes.
Pero no sabes cómo cuidar una joya.  Lo das todo por sentado; por la raíz, por el futuro y la estabilidad etérea. ¿En verdad piensas que no sé? ¿Qué no te sé? Fue duro y difícil descubrir a la extraña conmigo, después de tanto tiempo. Pero identificada estás.
Cuando das, es apenas una miga, que puede bien ser abundante y exquisita, claro está; pero además dejas que se te pida. Permites, ¡buscas! que te admire.
Sé que fanatizas que te admire, que te admiren... ¿No te sientes un poco manejada? ¿En verdad?

Me gustaría regalar y repartir con locura, tal como haces tú.
Pero tendría que caer tan bajo como has caído tú.
¿Cuánto durará este espejismo? – ¿depende de ti, o de mi?

Yo amo.
Tú deseas.
Pero yo deseo también.
Supongo que tú amarás también.
Pero somos tan distintos. Yo deseo, tú necesitas.

Te has transformado, me consta que no siempre fue así. Te has transformado física y mentalmente. Eres, por decirlo en algún término, ergonómica. Te sientes tan arriba e inaccesible, tan difícil de conseguir que, no sabes lo fácil y accesible que te has vuelto.  

No me gusta de pronto no saber a dónde conduzco. Me pone nervioso saber que voy al volante (si tan sólo tú y yo fuéramos los únicos pasajeros). El mapa no es visible y hay muchas piedras; neblina, lluvia, paisajes hermosos y otros oscuros. Mi orientación varía, siento el magnetismo de pronto como vira el volante. Pero el vehículo es óptimo, funciona, resiste. Los motivos son abundantes y maravillosos.

Sé que todo camino tiene un final. Hay caminos con ‘dead end’, que son distintos.
Espero tener la sabiduría y certeza de bien elegir, para llegar sano y salvo al final del camino; a partir del cual, estoy seguro, una perspectiva muy distinta se dibujará, casi instantáneamente.

lunes, 10 de septiembre de 2012

de tripas corazón...

Regresas...

Y de nuevo envuelta de diversas formas trémulas que ya has mostrado en otras ocasiones.

Porque eres poderosa,
piensas que todo está a tu favor y.., haces y deshaces a tu antojo,
todo a tu tiempo,
apenas en tu momento.

El que siga aquí, no es ninguna garantía.
Ni tampoco una justificación a mi rebeldia.

Crees tenerme y,
es justo ese tu más grave error.
Siempre lo ha sido.
Quiza me tengas.

Eres bella como peligrosa.
Pero no sabes de lealtad.
Eres perversa y sin un ápice de autenticidad.
Eres banal y superficial.

¿Que ganaría yo apresándote?

No creo que mi corazón esté listo para semejante locura.
Sé por qué no te has ido.
Sé porque sigo aquí.
Mi pecho se extiende juvenil al mágico paso de tu procesión.
Me traes imágenes de días felices,
sombras alegres me contraen.
Aunque se muy bien en que va a terminar.
Justo como termina,
cada nuevo día.

Tus caricias son vagas
por muy intensas que puedan ser.
Entre más intensas, mas vagas.
No me provocan,
no me manejan.

Te absorbo.

El dolor se renueva.
Tu cínica figura no me lastima,
ya no me excita.
Aquello que de solo imaginarlo me levantaba de entre los muertos,
ahora me repugna.
Y no es el hecho, el acto… no en sí mismos; es tu objetivo y tu displicencia.

Pero no logro apartarte porque me siento acogido,
me siento obligado.
Por que las raíces son profundas. 

El eco primero se ha extinguido pero resuena en mi piel y mis entrañas,
sordo e indiferente...
con garra;
como arpía sujeta a su presa.

No sé cual sea tu siguiente paso.
Sé que eres inteligente y mal intencionada.
Poco te provoca,
poco te puede.
Sé que debo cuidarme.

Son los juegos del hambre.
Sin más.
Solo uno saldrá vivo de aquí.
Alianzas, mordazas,
...de tripas corazón.

Me añado a una nostalgia que hacía mucho tiempo no sentía,
un reino de espíritus y brujas.
Escalofríos apoderándose de mí;
una sensación nueva y antigua,
amarga.

Mi corazón recio y blando,
mi piel curtida.

Lo que poseo lo veo y lo aquilato,
lo toco y lo dejo ir…
aquello que desprecio es justo lo que me envuelve,
me persigue,
aquello que me asfixia y me humilla...
...ese desprecio tan amigo.
...de tripas corazón.

lunes, 9 de enero de 2012

Te lo ruego...

Y así fue que convergí en una pieza furtiva, alumbrada con sobriedad y cuyos muros eran de grava o algo que mucho se le semejaba, como un camino de terracería pero uniforme y macizo. Vislumbré una rendija en un rincón, como un asta refulgente e insigne, y ya desde lejos noté que enseñaba susurros sordos y graves, aunque flamígeros y femíneos. Me acerqué y los susurros se hicieron más audibles, hasta que pude captar frases, nítidas y precisas, como si las estuviesen articulando junto a mí o, incluso, para mí.
Lo que no percibí hasta antes de ese momento, fue la pesadumbre que sentía, el cansancio. Como si hubiese llegado con una carga muy pesada sobre mi espalda. Pero en el momento en que escuche su voz, tan firme pero melodiosa, me derrumbé. Noté todo esa lasitud ceñida a mis huesos y piel desnuda y no pude más que arrástrame hasta llegar a sus pies.

--Señora, le diré algo que jamás le he dicho a nadie. Estoy cansado...

Había tratado en el submundo, en la nube. Había sublimado espíritus y no había nunca encontrado la forma, ni el camino. He regresado y he vuelto a andar. Me he preparado infusiones, pócimas, notas y poesía. He utilizado sales, aguas fuertes, ardientes, pero el resultado siempre ha sido desalentador. He sido engañado, como he engañado yo. Y estaba cansado, pero altivo, aun dentro de mi dependencia erótica y subliminal, me sentía como un semental en vilo. Dispuesto, pero cada vez mas celoso, receloso, hermético, misterioso y prácticamente impenetrable. Es como si el momento fuera de paso, pero tan vistoso que esta vez no pasaba de contrabando.

--Pero, finalmente…
--¿Finalmente?

Y entonces la secrecía nuevamente, la cerrazón. ¡Defensa! Ese viejo pensamiento que, por otro lado, su permanencia anuncia su verdad: No hay nada en el mundo que requiera más cautela que la verdad. Decirla es como hacerse un corte en el corazón.

Y entonces, un azote, y dos, y tres.

--¡Basta! Se lo suplico. Usted me excita, me posee. Usted me exalta y me honra. Solo a Usted me atrevo a confesarle mi secreto. No soy de ninguna época ni de ningún lugar. Vivo mi existencia fuera del tiempo y el espacio. Hay seres que ya no se reflejan en ninguno de los estadios de gobierno. Yo soy uno de ellos. Ahora soy pura mente, hasta que encuentre la valla que me indique y me lleve a mi rendición oportuna.
--Ah, perro pertinente, insigne bálsamo ¿otra vez jugando al sempiterno?
--Pero mi Señora. No estoy jugando. En verdad busco el lugar donde posarme y rendirme. Ese lugar donde erigir mi altar para mi Diosa. Ese lugar que me provea al tiempo que doy lo mejor de mí.
--¡Imbécil! La inmortalidad es un mito. No eres el mismo.

Iba a marcharme, aturdido por aquel hundimiento, pero entonces escuche la misma voz, con diferente tono y ritmo.

--¿No me dirás que estas aquí para ofrecerme esa bufonada alquímica?
--Señora, tengo la impresión de que está llegando al poder gente nueva, gente que sabe algo que los de antes no sabían. Tengo esperanza.
--Es la misma gente, somos los mismos. Mejor preparados.

Yo, sin irme, agache mi cabeza, en señal de sometimiento y obediencia, pero también de negación.

--¿A quién está intentando proteger? ¿A ti mismo? Tú ya me perteneces.
--Por favor, castígueme, pero acépteme como soy ¡tengo tanto que ofrecerle!
--Ya veo que no quieres hablar. Y sin embargo, sabes algo que no quieres decirme. Y no entiendo tu reticencia. Te postras pero te escondes.

Miré alrededor, limitado como estaba entre las paredes de grava y la abertura refulgente objeto de mi alucinación. Y me sentí en el subsuelo, otra vez bajo una bóveda. Y entonces tuve la impresión de que aquél no era más que el comienzo de un nuevo descenso a las oscuras practicas de la autocensura. Porque así se disfruta más. Es menester, incluso, de aquellos que buscamos el verdadero placer. Ese del que no puedes separarte jamás pero que, sin embargo, está prohibido en las altas esferas.

--Venga, Señora. Vamos a comenzar. En la sala secreta.

jueves, 20 de octubre de 2011

El piojo y la pulga

El sonoro rugir de los tacones y su eco sordo son un intenso afrodisiaco. Si a esto le sumas el contoneo suave pero agresivo de un par de glúteos bien formados y vestidos con ropa ajustada, elegante y provocativa, entonces el momento se transforma y eriza la piel. Y pero cuando además, quien produce este destello flamígero es tu amada o querida esposa, entonces aquello transmuta en un autentico vapuleo erótico.
Y si aunado a todo esto existe la premisa de que tu querida o amada esposa se dirige a un encuentro furtivo con ‘alguien’ que por supuesto no eres tú, entonces este vapuleo erótico y destello flamígero, toma inmensurables proporciones caóticas.

Y cuando la miras apresurar el paso, alejándose de ti, sin percibirte, para acercarse a una figura quieta que la espera y que al recibirla no hace otra cosa distinta a rodearla con sus brazos, besarla en la boca larga y apasionadamente mientras con sus manos recorre su cuerpo de arriba hacia abajo hasta llegar a sus nalgas bien formadas y paradas, entonces el frenesí es alucinógeno.

Más todavía te exaltas cuando observas que es ella quien no desea separarse de aquel cuerpo candente que la sostiene y manosea. Ella, intensa, lo abraza, al tiempo que lo besa.

Al fin hablan, sin soltarse mutuamente. No deben ser más de 100 palabras pues el juego erótico comienza de nuevo y más caliente aun, pues ves las manos de él desaparecer para posicionarse sobre los enormes senos que sabes muy bien ella posee. El se la come a besos, le besa el cuello y la jala del cabello y ella, ardiendo, se deja dominar, se entrega a él y tu estallas, casi, pues sabes que ese es solo el principio y que lo que sigue, seguramente no lo verás.

Momentos después, los observas caminar pegados como muéganos, cogiéndose mutuamente de las nalgas, hacia ti; jugueteando, riendo.
Tú te escondes, y retrocedes, solo para mirar como ambos se meten al coche de ella. Lo encienden y se van.

Y ese día no la vuelves a ver ni a saber nada de ella por las siguientes 4 horas o más, hasta que llega a casa, cansada –dice-. Tú sabes que viene cogida y recogida. Intentas abrazarla y besarla. Ella se deja, desganada, te dice que 'no en ese momento', que tuvo un día difícil.
Tú sientes el pito tan duro como cuando en el mismo estacionamiento la mirabas siendo poseída por un ‘fulano’.

Sabes lo que pasa por su mente.
Debe venir llena de gozo, contenta, satisfecha. Le preguntas que hizo, pues es demasiado tarde. Ella, molesta y hastiada, te contesta: ¡No seas estúpido! He estado trabajando. Tuve muchas cosas que hacer y algunos problemas.
Entonces le preguntas que por qué no te avisó. Y ella te dice que te estuvo marcando pero que la llamada la mandaba directamente al buzón. Tú sigues excitado y decides seguirla interrogando. ‘No puede ser’ –dices- ‘Incluso yo mismo te estuve marcando y tu teléfono sonaba y sonaba'. Ella no contesta. Te pregunta si has hablado con los niños, que están a kilómetros de distancia con los abuelos, tus suegros. Le dices que ellos están bien, que ya quieren que los alcancen allá. Y mágicamente, ella desvia la conversación.
Sabes muy bien que no habrá otra oportunidad como esta para seguirla interrogando, para orillarla a que confiese o cometa un error. Pero te sientes excitado. La recuerdas en los brazos de esa persona y te sorprendes al no sentir rabia o cólera. ¡Es impresionante!.
Mientras la observas, quitándose la ropa, y mientras admiras su bien trabajada figura, la sigues recordando en la escena aquella. Y te sonrojas. Te doblegas. Le ofreces un café. Ella te pide un Whiskey.

Y el tiempo pasa. El momento se va, dejando a su paso, una estela de humo con aroma afrodisiaco, como el sonido de los tacones, con olor a infidelidad. Con sabor amargo, como el chocolate que es amargo.

Y entonces adviertes unas marcas en su espalda, mientras se pone en pijamas. Marcas sugerentes, largas unas, cortas otras. Y piensas que debes ser un búho para poder identificar esas marcas en la tenue luz de la recamara. Y te maldices por no haber puesto el foco que hace falta. Y tan solo de imaginar la manera en que ella obtuvo tal insignia, suspiras y sientes tu envenada verga soltar un ligero chisguete sin fuerza.

Las marcas desaparecen, con la prenda de franela que ella se pone. Le da un trago a su Whiskey y te pregunta: ¿Y tú, que hiciste? ¿A dónde fuiste a perder el tiempo? Y le dices que regresaste a casa de la oficina. Que no hiciste más que ver la T.V. y ella sonríe, maquiavélicamente, como si pensara: Es un pendejo.

Entonces se recuesta en la cama y tú haces lo propio. La rodeas con tus brazos mientras ella prende la tele. Y tú te acercas a besarla pero ella se separa y te dice: Ve a lavarte la boca. Hueles a cigarro. Comete un chicle. Tú sonríes y le dices que ella también huele a cigarro. Ella dice: Yo no me huelo. Mejor no te acerques. No estoy de humor.

Y el día cierra vertiginosamente para ti. Sabiendo que ella se revuelca fuera de casa, como una perra, como una puta.
Y sabes que eres un pendejo, un cornudo, un débil que no se atreve a reclamarle. Pero te consuelas pensando en que le reclamarías si quisieras, si tan sólo ese día no hubieras descubierto cuanto esto te excita.

viernes, 14 de octubre de 2011

Eva-siva

¿Verdad que no?

Yo hubiera pasado la eternidad tratando de entenderla si un día, un lastimero como placentero día, mis ojos no se hubieren encontrado con uno de sus mensajes, no borrados y no cifrados, que hacen que los delatores se vuelvan innecesarios y que me llevó a encontrarla entre los brazos de la flagrancia inequívoca y sonora que no deja lugar a dudas.

Encontré pistas desde mucho antes, pero nunca las seguí. Al menos no hasta el final. Después de tanto tiempo, supe que en verdad ella era una desconocida para mí. Y en realidad no fue nunca cuestión de abrir el candado de la escritura secreta. Se volvió un tanto descarada ¿o despreocupada? no lo sé, pero se estaba convirtiendo de pronto en un personaje fascinante aun cuando sus acciones todas me penetraban como yagas y perpetraban como moros. Actuando natural y sin disimular sus revelaciones, sí trataba de esconderlas superficialmente, cayendo en puras galimatías que, de a poco, me ayudaron a comprender el mensaje verdadero.

Las condicionales contradictorias, en este caso, fueron siempre verdaderas, por su falsa premisa.

Yo la mire con los ojos húmedos, pero también estaban húmedos mis labios mientras sentía el ansia manifestarse de distintas maneras en mis puños; justo como mis letras en este momento.

Ahora no recuerdo exactamente todo lo que paso por mi cabeza en aquel momento, pero mi cuerpo trepidaba y tampoco recuerdo el instinto que evito que corriera e interrumpiera aquella escena confusa y vívida. Pero adopte la mejor postura que un voyerista puede adoptar. No puedo decir que me haya relajado, pero si soporte el peso de aquél embate y de alguna manera lo configuré y lo traduje y permanecí inmóvil y gozoso hasta que ellos desaparecieron de mi vista, en un tiempo bastante largo o lento, tampoco lo sé de cierto. Ahí supe que el gozo, el placer, se obtiene no solamente de una caricia, sino también de un arañazo.

Callé entonces y me mantengo en silencio. De momento no pienso en alguna otra opción por maquiavélica que sea. Y no sé tampoco durante cuánto tiempo he de mantenerme estoico y gozoso. Ahora, cuando me toca disfrutarla, la disfruto de distinta manera, con más cosas en mi cabeza revoloteando como cuervos en el maizal.
Y probablemente ella lo sepa, pues en ocasiones he hecho de tripas corazón en momentos tan obvios como tensos. En momentos dónde una mente rígida se quiebra.

Ahora no ocupo mi tiempo en tratar de entenderla. Ahora me ocupo de ser feliz con lo que tengo. Aunque ello conlleve, en veces, una carga extra de adrenalina que, la mayoría de las veces termina consumiéndose en mis entrañas. Y aunque trato siempre de canalizar de distintas formas todo aquello que me perturba, no siempre lo consigo.

A ella la uso, aun cuando ella pueda pensar lo contrario. Sin embargo ella pudo usarme, y perdió su oportunidad. Es mi presa ahora, sin lugar a dudas, y la comparto, pues tiene mi anuencia secreta, mi permiso tácito. Incluso, cual fogata que cumple un objetivo, la alimento, la colmo de sensuales prendas y objetos para que crezca y luzca, para que caliente más. La invito a mostrarse cada día más como realmente es, que de malo no tiene nada, aquí, lo único malo fue la falta de un acuerdo, el egoísmo, la mentira y la falta de lealtad, el egocentrismo. Mi conciencia está tranquila y mi mente goza variadamente, extrañamente, de formas que no cualquiera comprendería. Su mente está ocupada y tensa, siempre; a la defensiva, a la deriva, fugitiva.

Por eso, teniendo a ella, busco a Ella, a quien aun, solo le falta el nombre.